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Levanta tu mirada y observa las colinas,
    trata de encontrar un lugar en el que no hayas pecado sexualmente.
Tú te sientas a la orilla de los caminos
    a esperar a tus amantes como un árabe en el desierto.
Has contaminado la tierra
    con tu prostitución y tu maldad.
Por eso han desaparecido las lluvias refrescantes,
    y ya no llega la lluvia de primavera.
Te ves tan descarada como una prostituta
    que no tiene vergüenza alguna.
Pero ahora me dices:
    “Padre, tú eres el compañero de mi juventud,

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